domingo, 14 de agosto de 2011

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Siempre me repito que no tiene nada de malo. Ahora sé que tampoco tiene nada de bueno, pero supongo que uno confía en algunas casualidades.
Pero mientras se alargaba la espera, se me ha ido cayendo el nombre. Dímelo, ¿cuál es mi nombre ahora que me lo he quitado? Dime como me llaman, cuál es mi nombre. Llámame por esas letras. Ahora que lo he perdido entre los pañuelos de colores y los zapatos que llevaba aquella niña. Ya no dice nada de mí, recuérdamelo. Que no tiene nada de malo.

viernes, 5 de agosto de 2011

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Hay una clase de personas a las que les brillan los ojos cuando levantan la mirada del suelo. De esas que alargan los silencios entre cada frase, y tienen las manos llenas de gestos lentos. Quebradizas, perdidas.
Las odio.

Y pensé que tenías claro todo lo que yo odiaba. Los números que nunca usé de excusa, las quejas a las que cambié el argumento, el tomate que nunca comí crudo... o esas personas a las que me hiciste parecer.
Quizá no tendrías que haberte acercado tanto, cuando yo empezaba alejarme (de mí). Tendrías que haber abierto la puerta, y que me fuera sin más. En teoría no tenían que importarte esos detalles… // me odio un poco más y me conozco un poco menos.