(y si vuelves a oír los gritos de la noche,
si vuelves a abrazar los extremos,
si vuelves a ver puertas anunciando rendiciones…)
Rasguñan el estómago, los imperativos. Se quedan ahí, en lo
hondo de lo encontrado, como segundos suspendidos que se graban en una memoria
de piedra /desierto fértil/
Y desatas las visiones perdidas entre aires nuevos. Vuelve
el tacto y los destellos de piel y cristal. Y que vuelva a gritar.
/que se apaguen los ojos claros/
Y que nada se encienda ya.